Bueno bueno amiguitos, parece que la cosa funciona, y es que el llamamiento público de la pasada semana va consiguiendo sus primeros frutos. No en vano ya tengo en mi poder los primeros desechos lúdicos con los que vuestras sucias mentes son capaces de disfrutar. Para este primer caspanálisis he decidido contar con el texto de Jesús Abel, más conocido en el mundo 2.0 como @jesugandalf.
Con ese nombre, todos habréis adivinado su gusto por la fantasía, y como no podía ser de otra manera, su juego «prohibido» no podría ser otro que Ultima VIII, uno de los últimos coletazos de esta excelsa saga rolera. Veamos qué demonios qué cualidades ha visto Jesús en este trozo de mier… este pedacito de historia videojueguil.
Os dejo ya con su análisis no sin antes recordaros la dirección donde todo buen ELUer que se precie debe mandar su artículo, al loro: caspanalisis@gmail.com. Hasta la semana que viene, mis pequeños monstruos desviados.
Pues bien, resulta que el amigo @MeChAhEaDz, más conocido como Anastasio para el común de los mortales (nosotros, ELUers videojugones, estamos bastante por encima de ese nivel) nos requiere para que hagamos un análisis del juego más petardo que hayamos jugado en nuestras vidas, y que aun así nos siga enganchando y que incluso hasta nos guste y todo. Pues bien, aquí llego yo con mi análisis. El juego que nos ocupa es ni más ni menos que Ultima VIII: Pagan, el penúltimo capítulo de una de las sagas más famosas de la historia del videojuego de rol, plagada de éxitos y de juegos que marcaron un antes y un después en su época. De hecho, muchos videojugones consideran que capítulos como Ultima IV o cualquiera de las dos partes (más las expansiones) de Ultima VII, por poner dos ejemplos, están entre los mejores RPGs de la historia.
Pero, si tan buena es la serie y tantos juegos buenos la componen, ¿por qué narices incluyo a Ultima VIII en esta sección “made by Anastasio”? Bueno, digamos que gran parte de aquellos que se precian de ser grandes aficionados a los RPGs en general y fans de la serie Ultima en particular le tienen un poquito de inquina a esta octava parte. Para ello esgrimen varias razones, a cada cual más cierta y apabullante que la anterior, aunque a mí personalmente el título me encanta, lo juego periódicamente, lo exploro a conciencia y lo disfruto como si fuera la primera vez.
Entre las razones que mencionaba anteriormente, por ejemplo, está el mundo en el que está ambientado el juego. Tras años y capítulos de movernos por Britannia, un mundo inmenso, esta octava parte se desarrolla en Pagan, lugar al que el Avatar es desterrado y que adolece de esa amplitud de territorio y esa libertad que teníamos en otros títulos. Pagan no es más que una isla de tamaño entre medio y pequeño, con una única ciudad (grande, eso sí) llamada Tenebrae y dos o tres mazmorras que llevan a otras tantas zonas gobernadas por titanes y que ni tan siquiera son accesibles desde el comienzo.
Además, nos olvidamos de Lord British, Iolo, Shamino y demás compañeros de fatigas de Britannia: el destierro es sólo para nosotros y en Pagan tendremos que buscarnos nuevos amigos (y nuevos enemigos, claro, excepto uno, el que nos destierra). Pagan es una tierra llena de infieles que adoran a dioses extraños y ni siquiera saben nada de las virtudes. Genial. Y encima la cosa se complica cuando nos damos cuenta de que tendremos que medrar en Pagan con la única ayuda de nuestra materia gris, pues no tenemos la opción de reclutar compañeros de grupo que nos ayuden en nuestra misión de volver a nuestro mundo de origen.
En la parte técnica, el juego era pesadísimo con los equipos de entonces. Ocupaba unos cuantos diskettes (no recuerdo cuántos exactamente) pero es probable que el espacio que necesitaba en disco supusiera un porcentaje muy importante de lo que eran los discos duros a principios de los 90. Existían opciones para deshabilitar efectos gráficos y sonoros porque no todos los ordenadores eran capaces de manejar el “exuberante” mundo de Pagan, y esta imposibilidad técnica parece ser que era la culpable de no poder reclutar a compañeros y del tamaño reducido de la isla en la que se ambientaba el juego. Salvar o cargar un juego requería más de un minuto de tiempo. Además, los puristas de los RPG se negaban a considerar a Ultima VIII: Pagan un exponente de este género y lo llamaban “aventura” sin más, como si eso fuera un epíteto denigrante o algo parecido.
El caso es que, a pesar de todas las críticas anteriores, que, aun siendo muchas, muchas de ellas no eran más que objeciones totalmente subjetivas, el juego tenía muchos puntos fuertes. Los gráficos eran preciosos, coloristas, detallados y las animaciones no le iban a la zaga, Ultima VIII: Pagan hizo que empezáramos a comprender que teníamos que pagar un precio por conseguir juegos bellos gráficamente. La música era muy, muy buena y los efectos de sonido estaban bien diseñados e implementados, pues los pasos del Avatar sonaban de diferente manera dependiendo de la superficie que éste pisara en cada momento. La interacción con los demás personajes era muy interesante, con diálogos extensos y temas de conversación muy variados, y la historia era atrayente y estaba muy bien planteada, desarrollada y contada; al fin y al cabo, Richard Garriott estaba detrás del juego y hay cosas que no se pierden.
De hecho, a mí me atrapó desde el principio. El malvado Guardián te destierra a Pagan y te suelta en medio del océano. Un humilde pescador, Devon, te rescata del agua, salvándote la vida (en lo sucesivo caer al agua significa morir irremisiblemente) y te pone en antecedentes sobre el mundo en el que tienes que vivir, cruel y despiadado a causa de su “gobernanta”, igualmente cruel y despiadada. Pero ése será sólo el comienzo, pues la historia nos llevará a crear un artefacto para escapar de Pagan cuyos componentes sólo podremos conseguir si dominamos las cuatro escuelas de magia principales y para ello tendremos que echar muchas, muchas horas.
Muchas horas porque además es un juego bastante difícil. No lo es tanto en cuanto a resolución de misiones, pero tiene un componente arcade que es, seguramente, lo que endemonia a fans demasiado acérrimos de los RPGs. Este componente arcade se manifiesta, sobre todo, en las fases en las que hay que superar intrincadas plataformas que aparecen y desaparecen, se mueven… habilidad y coordinación pura y dura.
Pero bueno, controversias aparte, estamos, seguro, ante uno de los juegos más interesantes de la primera década de los años 90, un juego que puede resultar muy complicado de digerir para fans de anteriores capítulos de la saga Ultima pero que, sin duda, resultará interesante y lleno de desafíos para los que se aventuren a jugarlo ahora por primera vez, más de quince años después de ser publicado.
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