Cuando uno hecha la vista atrás y compara el avance que han sufrido los videojuegos y su negocio en los últimos años, no puede menos que asombrarse. ¿Dónde quedaron aquellos tiempos en los que el perfil de jugador era un chico regordete y con gafas, sentado frente al Amstrad o la Master System a altas horas de la madrugada para terminarse el condenado Shinobi? Las cosas ya no son lo que eran, y puede que la piedra de toque, la base de toda esta revolución, haya sido la llegada de Internet.
Las posibilidades que este medio ha aportado al mundo de los videojuegos son imposibles de cuantificar: Desde los nuevos modos de juego, pasando por el auge de su popularidad (¿Quién iba a pensar hace unos años que vería un cartel en plena autopista anunciando un juego como si de una película de Hollywood se tratara?), hasta la absorción de otros tipos de juego. Porque esa es otra, si incluimos en este mercado los juegos de azar online como bingo que ofrecen páginas como Botemanía, las cifras se nos van completamente de las manos.
Pero es que además el futuro se presenta realmente prometedor. Brutalmente prometedor. Si en su día algunos alucinábamos con la posibilidad de jugar 4 personas al mismo tiempo en un N64 o disfrutamos como enanos nuestra primera partida a 16 en un Cyber, ¿Cómo no quedarse boquiabierto con las experiencias masivas que ofrecen videojuegos como World of Warcraft o League of Legends? O la posibilidades que aportan día tras días las nuevas Apps para smartphones, tablets y redes sociales, atrayendo a nuevos perfiles de jugador y revitalizando, aún más, este negocio con nuevos nichos de mercado que cubrir. Porque esto es un negocio, le pese a quien le pese. Y actualmente, uno muy rentable y en franca expansión (Ni el cine, ni la música pueden hacerle sombra a día de hoy). La única realidad es que corren buenos tiempos para los videojuegos y el futuro no puede ser más apetecible para los jugadores y desarrolladores. ¿Quién es el friki ahora?