Bioshock Infinite es un imprescindible en el manido género del FPS y una de las mejores decisiones a tomar a la hora de comprar un título que de verdad nos cuente algo, que transmita y nos reconforte jugar. De hecho, el análisis que publicamos en su salida refleja a la perfección cómo nos sentimos al jugarlo: es una obra maestra desde casi todos los puntos de vista.
Levine construyó una experiencia excepcional, que emanaba luz radiante tanto por su particular visión jugable del FPS como por su apartado artístico y, encabezándolo todo, un hilo argumental que no tiene ni tendrá rival en mucho tiempo. Ahora bien, siguiendo las malas costumbres adoptadas del auge del mercado digital, Ken Levine ha recurrido a los tan odiados DLCs para seguir expandiendo su obra. Tras el malogrado Clash in the Clouds, un modo desafío puramente anecdótico que no aportaba casi nada a los fans de Bioshock, llega este Panteón Marino: una «modificación» del guión principal que nos lleva al corazón de Rapture en sus días dorados.
Dividido en dos episodios, Burial at Sea, o Panteón Marino para los de aquí, llega al mercado digital dispuesto a ofrecer a los Leviners más material para seguir disfrutando de los incombustibles Booker y Elizabeth en otras circunstancias, en otra época. Dicho esto, cabe recordar que el final de Bioshock Infinite (sin dar demasiados spoilers) supuso una gran oportunidad de expansión de la saga, unificándola en un todo y permitiendo que alteraciones aparentemente tan desmesuradas sean posibles y, a la vez, tengan sentido.
El episodio 1 de Panteón Marino nos pone en la piel de un Booker de los 50 que trabaja de investigador privado en Rapture. Justo el día antes de la guerra civil que sacudió la ciudad submarina, Elizabeth en su versión más madura acude a nosotros para salvar a una niña. Es curioso cómo, al principio, sentimos que estamos jugando un nuevo Bioshock con skins de los protas de Infinite pero a medida que avanza la historia vemos que Columbia y sus personajes están muy presentes aún 40 años después cronológicamente. De hecho, muchos aspectos del desenlace de la historia principal vuelven a aparecer, por ello este primer PM se puede considerar una «semi-continuación» de Infinite, si bien no se excede en este aspecto (muy inteligente, para evitar críticas).
Conforme nos adentramos en la utopía de Ryan, las mecánicas Bioshock de ambas historias van apareciendo (plásmidos, la famosa Thompson, desgarros y el Skyhook todo mezclado), así como algunos elementos no tan satisfactorios (se siguen advirtiendo carencias en la IA, esta vez de los splicers). Visualmente sigue siendo una maravilla, una versión de Rapture con otro motor que no tiene nada que envidiar a la del primero, y vuelve ese apartado artístico «espeluznantemente bello» que no veíamos en Infinite en pos de otro más colorido y acorde con el clima de la urbe flotante. Aunque, al fin y al cabo, son 15€ por 3h de recorrido que solo los fans de la saga sabrán aprovechar (si vas a ir con prisas, corriendo y disparando, pasa de él).
Por un precio sin duda excesivo obtendremos un producto puramente «fan service» que, si bien es realmente corto, se disfruta al máximo de principio a fin. Exploración por un tubo, mecánicas jugables tan originales como siempre y un telón de fondo tan magnífico como esta Rapture. ¿Te gusta Bioshock? Cómpralo y lo disfrutarás. Si lo que buscas tiene más que ver con aquello a lo que nos tiene acostumbrado el género, olvídalo, pues será una pérdida de tiempo y dinero.