Brooklyn. Crítica.

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En el mismo fin de semana de la ceremonia de los Oscars Hispano Fox Films ha estrenado en España la coproducción anglo-irlandesa y canadiense Brooklyn, galardonada con el BAFTA al mejor filme británico y nominada para los Oscars en la categoría de mejor película, mejor interpretación femenina (para su protagonista Saoirse Ronan) y mejor guión adaptado (para el escritor Nick Hornby).

La película nos cuenta la historia de la joven Eilis Lacey, quien en los años 50 del siglo pasado se ve obligada a abandonar su Irlanda dejando atrás a su madre y a su hermana al no tener expectativas de futuro en su pequeño pueblo natal. Gracias a un contrato de trabajo conseguido por un sacerdote también emigrado antes que ella, Eilis viajará por mar a Nueva York como tantos otros miles de compatriotas irlandeses, estableciéndose en una pensión de señoritas del barrio de Brooklyn. En su nuevo hogar, la tristeza, la nostalgia y la soledad serán sus compañeras hasta que poco a poco logra acostumbrarse y conoce un chico del que se enamora. Pero un día le llegan noticias de un grave problema familiar y tiene que regresar a su pueblo donde las circunstancias han cambiado lo que le generará grandes dudas sobre su futuro.

Estamos ante una película de interpretaciones en la que sin duda la estrella que domina prácticamente todas las escenas del filme es Saoirse, quien se ganó la candidatura al Oscar a la mejor actriz (finalmente arrebatado por Brie Larson) ofreciendo una interpretación inmensa cuyos gestos y miradas logran transmitir sutiles emociones con sobrecogedora naturalidad. No es de extrañar pues Ronan ya avisaba de su brillante destino desde que a los 12 años fue nominada como mejor actriz de reparto por su maléfico papel en Expiación (2007) con el que provocó todos los sufrimientos imaginables para James McAvoy y Keira Knightley.

Junto a Ronan, el triángulo interpretativo se complementa con los dos coprotagonistas masculinos. En el lado americano, Emory Cohen que interpreta a Tony, el hijo de emigrantes italianos que termina encandilando a la joven irlandesa, un actor que parece atravesar una buena etapa profesional y al que pronto veremos en Stealing Cars junto a William H. Macy y John Leguizamo, y en War Machine, un largometraje sobre la guerra de Afganistán protagonizado por Brad Pitt. Y en el otro lado del océano al actor irlandés Domhnall Gleeson, del que no cabe duda que estamos ante su mejor momento pues al pelirrojo hijo del veterano Brendan Gleeson lo acabamos de ver en esta temporada nada menos que en cuatro de las mejores películas nominadas pues además de Brooklyn participa con personajes muy potentes en El Renacido, Ex Machina y el último filme de Star Wars.

El filme está dirigido por el irlandés Jhon Crowley sobre un guión de Nick Horby autor de los guiones de An Education -2009- y Alma Salvaje -2014-que adapta la novela homónima del escritor Colm Toibin publicada en 2009, uno de los más prestigiosos escritores irlandeses actuales. Se trata por tanto de una película de irlandeses sobre inmigrantes irlandeses, que pese a estar ambientada en los años cincuenta aborda un tema de plena actualidad.  Si bien la protagonista sale de su pueblo con los papeles en regla, a diferencia de la huida desesperada de muchos emigrantes actuales,  el filme retrata de una forma emotiva y a la vez contenida lo que supone el drama de la emigración, aunque luego tanto la película como la novela en la que se basa terminan transmutándose en una historia romántica de lo más convencional.

En una magnífica primera parte Brooklyn es un prodigio dramático en el que el espectador sentirá cómo las vivencias de Eilis son perfectamente extrapolables a lo que debe de sentir un emigrante de cualquier época y lugar. La sutil y extraordinaria interpretación de Saoirse Ronan, auténtica alma de esta película al hacer suyo el personaje de Eilis,  nos hace revivir las fases emocionales que el pobre inmigrante tiene que atravesar: incertidumbre, inquietud e inseguridad en el viaje inicial, continuando por la fase de dificultades en la adaptación al nuevo entorno y nostalgia de lo que se dejó atrás, y concluyendo con la final inmersión y/o desapego con la nueva realidad. En esta primera parte del filme hay momentos sobrecogedores como la de la cena de Navidad en el comedor social de los emigrantes irlandeses fracasados.

En una segunda parte, el filme se transmuta y pasa a convertirse en una película romántica de dudas amorosas mucho menos interesante y más aburrida, en que la trama viene determinada por el triángulo que se suscita debido a nuevos acontecimientos y la forma de abordarlos por la protagonista. Incluso argumentalmente, tras el regreso a Irlanda no se acaba de entender el comportamiento dubitativo de Eilis provocado por cierta incomprensible ocultación.

Ambas partes quedan retratadas gracias a una estupenda ambientación. De hecho la división entre drama de emigrantes y drama romántico en cierta media también se produce visualmente, con una primera mitad en Irlanda y Nueva York más oscura, con tonos pardos y encuadres más estrechos. Frente a ella, a partir del enamoramiento se van abriendo los encuadres, se percibe mayor luminosidad y sutilmente es todo más colorido incluido tras el regreso a Irlanda.

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