Esta semana vamos a hablar de una película que muchos recordarán de su infancia y que para todos los que la hayan visto tendrá un espacio en su memoria. Se trata de una producción estrenada en el lejano 1983, un thriller de ciencia-ficción llamado Juegos de Guerra.
En esta cinta se trata un tema muy en auge en aquellos tiempos de los comienzos de internet y los viedeojuegos: la piratería. Hay que situarse en aquellos lejanos años ochenta del siglo pasado, un tiempo en el que la conexión a internet se realizaba solo vía telefónica y por tono de marcado, un tiempo en el que los ordenadores eran poco más que máquinas incomprensibles y revolucionarias para la mayoría y en los que los videojuegos contaban con unos cuantos píxeles blancos en las negras pantallas o en el mejor de los casos incluso algunos colores básicos.
Pués en esos lejanos y arcaicos años (en lo que a tecnología informática se refiere) vive un joven de 17 años llamado David interpretado por un jovencísimo Matthew Broderick que domina la informática a la perfección y da bastantes problemas en el instituto. En su vida se cruza Jennifer, una compañera de clase interpretada por Ally Sheedy que le anima y le ayuda a infiltrarse en un ordenador de una empresa de videojuegos para jugar su nuevo y esperado título para las próximas navidades, pero no conecta con la computadora que piensa, establece contacto con el sistema principal de control de defensa de los EEUU, el WORP (War Operational Plan Response).
Él cree estar jugando a un juego llamado Guerra Nuclear Mundial en su ordenador pero en realidad está a punto de causar la Tercera Guerra Mundial sin quererlo. Esto lleva a la cinta a una trama de espionaje, infiltración y conspiración en la que se juega con el concepto de la responsabilidad y sobretodo con el de la gurra y su naturaleza.
Este film nos da la ocasión de ver cómo era este mundo de la informática y los videojuegos que tanto nos gusta ahora tal y como era en aquella época, con memorias magnéticas, pantallas de tubo de poco más que blanco sobre negro y grandes salas ruidosas haciendo operaciones millones de veces menos complejas de las que hoy en día puede realizar un teléfono móvil. También nos muestra un terror que desde aquellos días nos ha llegado hasta hoy en el que se teme que las máquinas tomen el control y tomen decisiones sin sentimientos que puedan acarrear un cambio radical en nuestras vidas, en este caso una guerra mundial. Hay un concepto muy interesante y a tener en cuenta en la película y es que deja claro algo que todos sabemos pero en lo que no recaemos a menudo y es que en una guerra no hay ganadores, no hay manera de obtener una victoria total. Bueno, sí que hay una: No empezarla.