Desde que Boyhood se proyectara por primera vez en el marco del Festival de Sundance el 19 de Enero del 2014, hace más de un día el unánime aplauso de crítica y publico ha sido siempre una constante. En el territorio español llegó el 12 de Septiembre y a día de hoy sigue en cartelera en algún cine de la ciudad condal. En ese año de recorrido por festivales y por las pantallas de medio mundo también ha recogido prestigiosos premios como el BAFTA y el Globo de Oro a mejor película. Así pues, Boyhood es sin duda una de las obras cinematográficas del año.
El film nos cuenta la historia de Mason, su familia y sus amigos durante doce años de su vida, desde que tiene cinco hasta que cumple los dieciocho.
Con esa premisa tan simple Richard Linklater, director reconocido en el panorama independiente artífice de la magnífica trilogía Antes del Amanecer, Antes del Atardecer y Antes del Anochecer, reflexiona como nadie sobre el paso del tiempo, tema que ha sido una constante en su filmografía como demuestra la historia de Jesse y Celine dividida en las tres cintas mencionadas anteriormente. La particularidad de Boyhood es que esa evolución del personaje está ligada con el crecimiento del actor ya que se rodó a lo largo de doce años reales con los mismos actores haciendo que el tiempo real impregnara a la obra de su magia.
Pero no nos engañemos, la verdadera virtud del proyecto no es la forma en que se ha rodado, aunque sin duda ha sido su principal reclamo de marketing. Bajo la aparente sencillez, el film esconde un arduo trabajo para mostrar la pura cotidianidad. No existe una evolución climática, sino que apuesta para hilvanar un grupo de anécdotas y momentos divertidos, dramáticos, simpáticos y trágicos. Una propuesta extrema que descoloca a un espectador que busca que Linklater le guíe por el trayecto, y que en realidad le deja esperando que se reconozca en ese Mason y descubra que en la vida real del 80% de los individuos de la sociedad occidental, si se mira en perspectiva no es más que una colección de recuerdo más o menos afortunados: el drama de una separación, las peleas con tu hermano o tu prima, el primer amor, los cambios de lugar de residencia…
La historia de Mason tiene en todo momento las barras y las estrellas presente. Esos ciertos tópicos estadounidenses de institutos con taquillas, escopeta como regalo de cumpleaños y la idea de que los sueños se hacen realidad. Algo que quizás nos puede alejar de buenas a primeras. Aun así la universalidad de los temas de los que trata como el paso del tiempo y la evolución de la personalidad hace de Boyhood una historia intercultural.
Como ya hiciera en otras películas Richard Linklater vuelve a involucrar a todo el reparto para enriquecer un guión abierto que se nutría de experiencias y propuestas de todos los participantes, año tras año, verano tras verano. ¿Quiere decir eso que un guión basado en la improvisación tiene menos mérito que otro minuciosamente escrito e interpretado? No tiene por qué, son dos métodos legítimos y ambos tiene su complicación. Y es que el brillante montaje de Sandra Adair le da una naturalidad a toda una historia escondiendo una planificación que está ahí pero cuesta de ver y sobre todo de valorar.
A nivel interpretativo el desconocido Ellar Coltrane es el encargado de crecer dentro y fuera de la pantalla como Mason así como Lorelei Linklater, hija del director hace lo propio como su hermana Samantha. Los dos jóvenes son acompañados por Patricia Arquette y Ethan Hawke como figuras paterna que interpretan a unos padres imperfectos, que luchan para darles la mejor vida posible a sus hijos a pesar de sus fallos. Papeles por los que han conseguido una nominación al Oscar a actriz secundaria y actor secundario respectivamente.
CONCLUSIÓN
Boyhood es una obra más arriesgada de lo que parece por su puesta en escena convencional, en el que la anécdota de rodar en 12 años le sirve a su director Richard Linklater para mostrar su reflexión sobre la vida y los cambios que experimentamos, y la visión que tenemos de ella.