Gracias a 20th Century Fox España hemos podido ver una semana antes de su estreno en cines la irlandesa Calvary, nueva película de John Michael McDonagh (‘El irlandés’, 2011) que llega rodeada de buenas críticas. Aquí nuestras impresiones.
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Michael McDonagh logró el éxito con su ópera prima hace 4 años, una delirante comedia negra policíaca, a ratos surrealista, que batió récords de taquilla en Irlanda. En esta ocasión, el guionista y director vuelve a contar con Brendan Gleeson como protagonista, cambiando el uniforme de policía por una sotana.
Gleeson interpreta al Padre James Lavelle, un párroco de una localidad rural del condado de Sligo (Irlanda) cuya tranquila vida se verá alterada por una inusual confesión. Con un primer plano fijo de él sentado en su cofesionario, escuchamos en la escena inicial cómo un vecino le relata los abusos que sufrió siendo niño por parte de un religioso, suceso traumático que ha decidido vengar cobrándose la vida del sacerdote, un buen hombre cuyo asesinato, por esa misma razón, levantaría más revuelo. No lo hará en el acto, sino que le dará a Lavelle una semana para «poner sus asuntos en orden».
Con esta premisa, seguiremos al párroco durante los siete días siguientes en los que tratará con sus variopintos vecinos, cuyas vidas intenta ayudar a enderezar, y con su hija (Kelly Reilly) que le visita poco después de haber intentado suicidarse. Un pueblo cínico y pesimista, donde la integridad cada vez encuentra menos su lugar y cuya hostilidad hacia la Iglesia se va haciendo palpable. El argumento cuenta con el interés añadido de que nuestro protagonista sabe, o al menos intuye, quién le ha amenazado, cosa que el espectador no.
El humor negro repite en Calvary, si bien en menores y más sutiles dosis que en su predecesora, moviéndose la película entre la comedia y el drama pero decantándose por lo segundo a medida que avanza el metraje. Aunque algunos tráilers puedan engañar y vender algo más «movidito» o con cierta acción, lo cierto es que Calvary es esencialmente una obra de diálogos, con un ritmo que más de uno encontrará demasiado lento.
LAS VIRTUDES DE ‘CALVARY’
- Brendan Gleeson es un pedazo de actor y vuelve a demostrarlo. Se come la pantalla con una actuación contenida pero que consigue dibujar un personaje melancólico que siempre parece saber y pensar más de lo que expresa. Es un protagonista con mayúsculas.
- Hablábamos de que es una película de diálogos: Calvary despliega todo un repertorio de ácidas críticas y reflexiones sobre la Iglesia Católica y sobre otros temas como el suicidio, el miedo a la muerte, la fe, el dinero, la violencia física o el perdón. Más de una vez el espectador se encontrará a sí mismo dándole vueltas a lo que acaba de escuchar mientras la siguiente escena está ya en pantalla.
- El trabajo de fotografía es una maravilla, destacando la potencia visual de esas imágenes con Brendan Gleeson y su sotana negra paseando por la costa irlandesa, que uno no se cansa de ver.
- Por último, la hermosa BSO de Patrick Cassidy le sienta como un guante a la película.
LOS PECADOS DE ‘CALVARY’
- Así como el personaje protagonista es sobresaliente, los secundarios no terminan de estar todo lo bien dibujados que deberían, resultando a veces molestamente imprevisibles o exageradamente cínicos.
- Su ritmo es lento, y algunas escenas pasan sin aportar mucha novedad. No todos los diálogos se apuntan un tanto.
Conclusión de Calvary
No es una obra redonda, pero esta segunda cinta de Michael McDonagh confirma que es un director a tener en cuenta, con un estilo diferente y una sociedad con Gleeson que esperamos que siga dando frutos en el futuro.
Estreno en España: 6 de marzo
NOTA: 6,8