Hacer que los niños entren al trapo, caigan en la dinámica de una película y se adentren en el cuento que les proponen puede ser una tarea relativamente fácil. Pero procurar que los adultos experimenten esas sensaciones, retornen a su infancia y disfruten con una fábula es una proeza mucho más difícil de lograr. La película empalma las historias clásicas con el modo de narrar moderno, rodando muy al estilo de su productor Álex de la Iglesia
Debut en el largometraje Paul Urkijo Alijo, “Errementari: El herrero y el diablo” logra dar forma a un conjunto de leyendas vernáculas vascas, a través de una iconografía infernal medieval y muy exitosa.
En el centro de la historia es un hombre tan terrible que incluso el diablo le tenía miedo, “Errementari“, o el herrero Patxi (Kandido Uranga). La historia comienza con un resumen de la ejecución de un grupo de combatientes durante la Guerra Carlista en 1833, un puñado de desesperados se disparó sin piedad, a continuación, entre la niebla aparece una imagen luciferina,.
Patxi, un herrero que forjaba armas para los Carlistas durante la Primera Guerra Carlista, hace un pacto con el diablo para poder sobrevivir a la guerra. Desde ese momento, vive aislado en su herrería, hasta que un día, ocho años más tarde, una niña marginada, Usue, entra en su herrería y descubre su oscuro secreto. Patxi y Usue comienzan una horrorosa aventura para salvar sus vidas, luchando en contra de los habitantes del pueblo en el que viven y contra los mismos diablos del infierno.
Hay muchos aspectos interesantes de la película por parte del joven director español, tanto en contenido como en forma. En primer lugar, es la comunión de diversos elementos extraídos de la cultura local enraizados en la tradición del pueblo vasco. También se le da a aquellos que lo ignoran, la oportunidad de conocer esta increíble herencia, que incluye la leyenda de Errementari y las vicisitudes del diablo divertido Sartael (encarnado por Eneko Sagardoy). El fascinante hemisferio folklórico se une luego a un vasto e imaginativo imaginario, a saber, la puesta en escena de una gran rosa de criaturas infernales, todas caracterizadas con increíble minuciosidad, como si fueran estudios fisonómicos de lo monstruoso.
El diseño de producción de la película junto a su rodaje en euskera alavés del siglo XIX nos transporta a otra época. Recomendable verla en versión original pues ayuda bastante a meterse en toda esta aventura. Sin embargo, su ambientación y puesta en escena son lo suficientemente potentes como para no depender del idioma. La atmósfera es de cuento, sobre todo la de la herrería que, además de poder utilizarse para un videoclip de una banda de heavy metal, evoca a los habitáculos de personajes tan entrañables como los aparecidos en obras como las de Esopo o los Hermanos Grimm.
No solo; una configuración sugerente y terrorífica también se da en la entrada al Infierno, presidida por un grupo de demonios que empujan una larga línea de almas pecaminosas pecaminosas cubiertas de trapos a la condenación eterna, entre hollín, lava incandescente y oscuridad. Además de la estética, incluso los chismes, la psicología del pequeño diablo, como sus semejantes, se construye con gran habilidad, intrigante, petulante y torpe, proporcionando al mal un retrato grotesco.
Finalmente está el estudio antropológico que muestra la película, los hombres que se describen con un humor igualmente astuto en su pequeña estrechez, en sus pecados insignificantes (aunque he de reconocer que ese constante humor recurrente enfocado a la agresividad de los personajes y las collejas que se dan entre ellos, cuyo poderoso sonido, me asemejo a los momentos mas absurdos de la comedia de Jose Mota, y por momentos me saco de la trama). Al igual que los demonios, las figuras humanas también representan una variada gama de todas las edades y tipos. Pero la mayoría sucumbe a un catolicismo hipócrita, como el sacerdote del país, que aunque no abiertamente malvado, ciertamente no tiene la fuerza para seguir el camino correcto, sino que impone una doctrina oportunista y mezquina.
De la misma manera, muchos siguen este credo mediocre, que pretende juzgar al prójimo de manera sumaria sin piedad y solo en las apariencias, lo que margina a los diferentes, a los adultos como Patxi y a los niños como Ursue. Ir a la iglesia y decir algunas Avemarías ciertamente no cambiará la miserable naturaleza del grupo de niños y niñas que intimidan al pequeño huérfano, o el de sus padres que no hacen lo mismo con el herrero solo por miedo y superstición; Sartael resulta ser más lastimoso que los pequeños aldeanos, que en cambio están cerrados en sus creencias aburridas. En cambio, los dos marginados demostrarán, de lejos,ser los mejores y más nobles de los personajes.
Conclusión de Errementari
Para ser el primer largometraje de Paul, «Errementari» consigue llegar a un nivel no esperado. Es necesario mencionar que en el cuento popular, en ningún momento se especifica la época en la que se desarrolla la trama. El paso de Paul por posicionar la historia de “Errementari” tras la Primera Guerra Carlista me parece de lo más inteligente. Da sentido ha conversaciones, se observa la clara influencia de la Iglesia vasca y su actuación en temas políticos. Así pues se nota la presencia de la derrota de los carlistas a manos de los liberales, representado en el ambiente hostil entre el personaje interpretado por Ramón Aguirre, Alfredo un enviado del gobierno, y los vecinos del pueblo. En cierto modo, consigue plasmar la esencia del cuento popular cambiando completamente de historia. Resulta ser una proyección que no defrauda, con la que Paul nos demuestra que un hombre arrepentido es incluso más terrorífico que el propio Lucifer.