Hace 22 años se estrenó Jurassic Park dirigida por un Steven Spielberg en el apogeo de su carrera, que por otro lado siempre ha sido bastante regular y notable. El apodado como rey midas de Hollywood lo volvió a crear una gran historia de aventuras cogiendo el libro de Michael Crichton y la premisa de ver a los dinosaurios en el presente. Tras dos secuelas que no hicieron justicia a un producto original, donde unos efectos visuales artesanales y unos animatrónics aterrorizó a la mitad del público que también disfrutó de la película, este año nos llega Jurassic World. Esta cuarta entrega, con Spielberg de productor ejecutivo, parece intentar olvidar las dos secuelas anteriores para llegar a la altura de la primera con una renovación total.
Con el accidente de Jurassic Park y todas sus consecuencias como recuerdo lejano, el multimillonario Masrani siguiendo la voluntad de John Hammond decide revivir el parque bajo el nombre de Jurassic World. Con nuevas medidas de seguridad y tecnología punta parece que todo está bajo control y es del agrado del público. Claire, una mujer independiente y fuerte es la encargada de dirigir todo el parque y evitar accidentes y problemas, además de decidir cuál será la nueva atracción en forma de dinosaurio híbrido de probeta. Mientras el público, entre el que se encuentran los dos sobrinos de Claire, Gray y Zach, disfruta de un monstruo marino que se come un tiburón blanco como si fuera una sardinita, ésta pide consejo a Owen sobre la nueva criatura, el Indominus Rex, un dinosaurio mucho más peligroso de lo que se piensan. En el momento que éste se escapa causará pánico y destrucción por allá donde pase.
A nivel argumental, Jurassic World no dista prácticamente en nada de la película original de Spielberg. Mismo planteamiento, mismo conflicto en la historia. Pero como pasaba en la comparación entre Poltergeist y su remake, la diferencia reside en la aportación de las tecnologías en la película. Jurassic World es un mundo CGI, bien hecho, pero una digitalización que por muy bien integrada que esté, se nota. Eso permite que tras una presentación de personajes bastante anodina, debido a un flojo guión construido en base a arquetipos muy manidos, se nos presenten unas atracciones fascinantes y elegantes, así como una cantidad inaudita de dinosaurios de diferentes tipos (herbívoros, carnívoros, voladores, marinos, grandes, pequeños…). Todo ser humano curioso con la historia de la tierra solo puede sentir fascinación ante esos seres de los que aún se debate su causa de desaparición. Pero más allá de ese asombro inicial y de guiños hechos con mucho respeto a la original que se agradecen, el film, dirigido en esta ocasión por Colin Trevorrow, tiene muy poco que contar.
Eso no quiere decir que no tenga ritmo, porque lo tiene, así como escenas de acción vibrantes, pero ninguna de ellas tiene la suficiente fuerza y carisma para ser recordada por encima de lo que todos tenemos en mente como imágenes icónicas de Jurassic Park. Debido quizás a un guión de la factoría de «vengadores» y «guardianes de la galaxia»; es decir blockbusters de acción que a nivel dramático funcionan, con chistes y bromas previsibles y colocados de forma milimétrica para producir el efecto deseado pero que son incapaces de darle personalidad propia a los personajes. Este hecho implica que solo aquellos actores con personalidad y tablas dotan a su personaje de interés y carisma como es el caso de Chris Pratt como Owen, a quien solo le falta el sombrero para ser un Indiana Jones perfecto, Bryce Dallas Howards como Claire y Vincent D’Onofrio como Hoskins, encargado de seguridad del recinto que busca usar los dinosaurios a su favor en futuros conflictos bélicos. Por contra los niños Gray y Zach interpretados por Ty Simpkins y Nick Robinson, así como Barry interpretado por Omar Sy, no aportan prácticamente nada, más allá de los momentos anecdóticos/intento de sensibles.
Conclusión de Jurassic World
Curiosamente el nuevo dinosaurio, el Indominus Rex, mantiene cierto paralelismo con la propia película Jurassic World, quien pretende ser más grande, más fuerte y con más dientes, es decir más acción, pero eso no provoca que sea mejor, porque le falta personalidad y alma. Igual que el CGI, aunque ha demostrado más versatilidad que los animatrónics, tampoco se puede considerar mejor que éstos y los efectos visuales tradicionales. El film es una revisión moderna entretenida que tendrá buena acogida en la taquilla por su espectacularidad y por el carisma del dúo protagonista Chris Pratt y Bryce Dallas Howard.