Aunque a muchos les parezca un poco imprudente hablar de animes estrenados en el 2008, no podíamos dejar pasar sin analizar Detroit Metal City. Especialmente desde que la crisis en la industria de la animación en Japón ha provocado una caída de calidad tan grande en el anime, que muchos ya no sabemos adónde acudir en busca de buenas referencias.
Y precisamente por eso Detroit Metal City es tan interesante.
Detroit Metal City (デトロイト・メタル・シティ) es una serie en forma de 12 OVAS de 13 minutos de duración cada capítulo. Podemos englobarlo en el género «comedia y musical» ya que «grotesco y bizarro» se quedan cortos para describirlo.
La premisa de Detroit Metal City
Detroit Metal City nos cuenta la historia de Negishi, un joven de la tranquila provincia de Inukai que se muda a Tokio para perseguir su sueño: ser cantante de pop profesional. ¡Tranquilos! Esta no es la típica historia de motivación propia de los shonen en la que el tipo está cargado de talento y poco a poco le van apareciendo nuevas oportunidades de demostrar su pasión.
No.
Porque a Negishi, no hay quien le aguante cuando canta.
Desesperado al no encontrar trabajo, acaba uniéndose a otro tipo de grupo: Detroit Metal City, una banda de metal al más puro estilo japonés donde la puesta en escena y las canciones irreverentes y salidas de tono son lo que catapultan su fama. Pero Negishi es un tío tranquilo y ñoño. De hecho, es más bien… asquerosamente cursi. Él quiere cantar acerca de tartas de fresa, corazoncitos y el amor que provoca que los amantes lleven camisas a juego. Y sin embargo en este nuevo grupo le fuerzan a ser Kratos-sama, un cantante loco con maquillaje a lo máscara Kabuki que cantará grandes temas como “Satsugai” (Descuartízalos).
Detroit Metal City es la historia de un sosainas ñoño que acaba siendo una famosa figura del metal satánico.
Os podemos asegurar que la canción es realmente pegadiza.
Pronto el nuevo ritmo de vida de Negishi entra en conflicto con el anterior: para empezar, en su banda participan un bajista con algo de cerebro y un batería creepy, bajito y asquerosamente pervertido que va murmurando y susurrándole guarradas por lo bajo a la gente.
La directora de su discográfica, que lanza el disco, tampoco es muy normal. Evalúa si le ha gustado un concierto bajo el lema “me ha hecho mojar las bragas” o “no me ha hecho mojar las bragas”. Y podremos esperar de esta delicada señorita cosas como “me chorrea el potorro al verte cantar” o “mi vagina nunca había aplaudido tan fuerte”.
Pero no todo está perdido para Negishi en esta nueva identidad secreta. Un día se reencuentra por accidente con su amor universitario: una chica dulce amante del pop sueco y el cine francés que escribe en una revista para chicas. Aikawa-san (la susodicha) acabará siendo la víctima de varios encontronazos con los fans y seguidores de DMC, que la acosan, la llaman cerda o acaban amenazándola con una serie de dulzuras nada apropiadas.
El propio Negishi verá cómo su perspectiva cambia y se metamorfosea conforme se convierte en Kratos para tocar la guitarra. Pero… ¿podrá soportar tanto tiempo guardando tan terrible secreto?
Hablemos de la estética de Detroit Metal City
Antes de nada nos saltará a la vista el cambio en el aspect ratio de Detroit Metal City. Por unos momentos parece un 4:3 y en otros un 16:9 para saltar a formatos imposibles o jamás pensados para pantallas. Esto es porque utiliza una forma económica y muy dinámica de ahorrar en dibujo de los frames al mostrárnoslo como si fueran viñetas de cómics. A veces tendremos el plano completo y otros solamente una tira.
El dibujo es plano y sencillo pero bien ejecutado. Aunque la repetición de frames es más que evidente en ciertos momentos (como el movimiento ondulante del cerdo del capitalismo, la mascota sadomasoquista de DMC en los conciertos), salta a la vista el cambio de calidad que se da cuando Negishi es él mismo a cuando se convierte en Kratos. En los momentos de los conciertos, se nota que Studio 4ºC (los responsable de la obra) no escatiman en esfuerzos para mostrarnos esa magnificencia que deben sentir los espectadores de DMC:
Planos arriesgados desde diferentes ópticas, montaje con la música, efectos especiales, humo e increíbles expresiones y juegos de luces que hacen una delicia los conciertos de DMC y que te meten de lleno en la sensación de la serie. A pesar de que los subtítulos te muestran que nada de lo que cantan tiene sentido o el más leve atisbo de profundidad, la puesta en escena acaba metiéndosete en el cuerpo y haciendo que saltes y botes como otro fan de DMC más.
¿Qué opinamos de Detroit Metal City?
Es difícil encontrar series tan simples pero tan bien ejecutadas, especialmente en el contexto de la crisis de la animación japonesa que vivimos. Detroit Metal City es divertida, irreverente, sencilla y al mismo tiempo su formato de episodios cortos nos permite desconectar y echarnos unas risas con las situaciones ridículas que vivirá Negishi constantemente. La figura de Kratos, que parece una parodia del metal japonés, es mucho más realista de lo que nos creemos. Sólo hay que echarle un vistazo a grupos como Dir en Grey para darnos cuenta que la excentricidad y la violencia gratuita venden mucho más de lo que nos esperaríamos en un país tan civilizado como Japón.
Como ya hemos comentado, Detroit Metal City cuenta con una estética bastante atractiva aunque simple. Empatizas rápidamente con los personajes (aunque nosotros seguimos sin podernos creer que Aikawa-san perdonase a Negishi cuando en el primer episodio dice que va a «violarla como a una cerda») y todos tienen su punto de locura y de excentricidad que hace a esta serie tan grande.
Como último apunte, hay un live-action o película ya disponible con actores reales. Todavía no le hemos podido echar un ojo pero… ¿será tan buena como la animación? ¿Serán capaces de transmitir ese sentimiento épico que produce DMC? Pronto lo sabremos.