Vuelvo a mi web, después de mucho tiempo, con otra de esas entradas que causarán en algunas personas cierto odio hacia mí y, en otras, una cierta sensación de realismo ante las situaciones que actualmente nos encontramos en nuestro mundillo. No es porque sea una crítica fácil, no, porque todo el que tiene boca y un poco de cerebro puede hacer un análisis de situaciones actuales en los videojuegos, al igual que se hacen de libros, películas o discos de música. La visión amplia que me ha ofrecido el entorno por el que me muevo, me ha hecho poder efectuar numerosas valoraciones sobre lo que ha sido y lo que es en la actualidad este hobby.
Los videojuegos, como todo en la vida, han ido cambiando y evolucionando a lo largo de los años. Junto a ellos, y de forma paralela, los jugadores han ido experimentando los mismos cambios, para bien o para mal. En el ámbito técnico y jugable, nada hay que discutir sobre la transformación que han sufrido los videojuegos, porque ya no son aquellos píxeles de colores extenuantes que saltaban y hacían “ruiditos” al destruir a los “malos”. Ahora forman parte del arte, en posiciones iguales o más elevadas que algunas películas y libros, moviendo una cantidad de dinero que ni podemos llegar a imaginar.
La evolución de los juegos ha traído consigo, como dije antes, un igual crecimiento de las personas que disfrutan de ellos. Y, claro está, este aumento exponencial de los que gozamos con las consolas, ha llevado a aquellos que nos tachaban de “friki enfermo sin vida social” a llamarnos (y auto-proclamarse): “gamers”.
Qué palabra: “gamer”. Muchas han sido las discusiones que he tenido por las redes en referencia a esta definición: ¿quién es un “gamer”? ¿Lo es aquel que juega veinte horas al día? ¿O se le puede llamar de esta forma a una persona que solo juega al LOL? Sinceramente, me da igual. Muchas han sido las disputas que yo mismo he tenido por este tema, pero he llegado a un punto en que me da igual como cada uno se auto-califique, porque para mí, una persona que se hace una tortilla de patatas no es un cocinero, o el que le cambia el aceite del motor al coche no es un mecánico… Pero claro, esa es mi opinión. Yo me puedo considerar “gamer” porque he jugado a centenares de títulos y sagas pero, ¿qué más dará lo que cada uno se quiera auto-definir? Yo tengo claro lo que PARA mí es un jugador de verdad, al igual que sé quién es un escritor de verdad, o un «cosplayer», o un cocinero.
Pero la cosa no queda ahí, pues las disputas llegan más allá. Como decía un seguidor de mi Twitter: “Casi da vergüenza decir que uno juega hoy en día.”. ¿Por qué esta afirmación? Porque las peleas y desvaríos llegan a puntos inverosímiles. No parece importar ya a lo que se está jugando, a disfrutar con la pantalla que se tiene delante. Ahora parece importar más demostrar quién es el mejor, el mayor jugador del mundo… Se pueden tener opiniones distintas, puntos de vista dispares; pero llegar a la lucha, al insulto, a las agresiones verbales solo por defender a una videoconsola o una compañía es algo que jamás llegaré a entender. Nunca. Muchos me conocéis por Twitter, y sabéis que no me callo nada de lo que pienso, moleste o no, porque es mi opinión y, con más o menos humor, intento respetar a todo el mundo. Puedes mostrarte más cómodo en un bando u otro (compañía, consola…), te pueden gustar menos o más ciertas cosas, pero creo que nunca se debería llegar a estos extremos… más que nada porque es absurdo discutir por un objeto cuya valoración no es objetiva. Porque nadie analiza y critica de forma objetiva.
Este extremismo en los videojuegos, esta ideología pura hacia empresas, juegos, personajes… resultan molestas, amén de ser innecesarias. Ahora se lucha por ver quién posee la colección más grande de consolas o videojuegos, se critica o se insulta a otras(os) «cosplayers» que solo quieren DISFRUTAR de lo que hacen y no realizar un pase de modelo demostrando sus aptitudes de sastre (o su cuerpo exuberante), ver que «youtuber» (a los que odio en su gran mayoría) es capaz de subir más vídeos, de tener más seguidores para así regocijarse en sí mismo y creerse por encima del resto.
Lo creáis o no, todo esto sirve para aumentar el amor u odio por los videojuegos. Incluso sabed que, este coleccionismo, estas ansias por comprar los cinco o diez DLCs, las miles de expansiones sin calidad, todos y cada unas de las versiones remasterizadas: en HD, UltraHD, MegaUltraHD… todo esto no hace más que demostrar a las empresas que hagan lo que hagan, saquen lo que saquen, lo vamos a adquirir, llegando a extremos tan punteros como el que leí hace unas horas en otro medio de información: “ediciones coleccionista sin el disco de juego”, venta de merchandaising a un precio desorbitado, cajas “limitadas y numeradas” para el mejor postor… Si hay demanda, hay oferta. El coleccionismo puede llegar a ser un problema, como todo lo que en la vida se da en exceso. Incluso puede llegar a acarrear problemas a largo plazo causando un trastorno obsesivo compulsivo en las personas, ya que, sin ningún tipo de diferencia, ha de tener TODO lo que comprende a esa colección. Y hablo desde mi experiencia, cuando coleccionaba BSOs. Un “trabajo” que dejé cuando no hacía otra cosa más en el día que acaparar todo lo posible, todo lo existente, tenerlas todas. No es una broma, ocurre.
Yo no soy nadie para decirle a los demás lo que pueden o no pueden hacer con su dinero, en qué gastárselo, pero sí tengo boca para expresar mi opinión personal, guste o no guste. Pienso que este coleccionismo extremo es un poco como el cuento del mendigo y la avaricia: tanto quiere llenar el saco que al final termina rompiéndose. Yo lo asemejo mucho a la época en la que muchos jugadores pirateaban todos los juegos posibles, llegando a tener tarrinas repletas. Pero luego, ellos mismos te decían que solo jugaban a los mismos tres o cuatro. Esta avaricia, este ímpetu por tener, por aumentar, volviendo a lo anterior, no es más que el reflejo de la lucha por ver quién es más “gamer”. Y no solo me refiero, por ejemplo, a nuestra humilde colección de máquinas que hemos conseguido por la compra de los años, adquiridas para su uso y disfrute, hablo de personas que deben (y necesitan) tener todas y cada una de las consolas de cada generación, aunque ello suponga no tocar muchas de ellas para nada.
Creo que todo en la vida que se trate con excesos, puede llegar a ser un problema. Y ojo, no critico a nadie, ni veo mal que las personas jueguen miles de horas o solo vicien a un único juego, ni tampoco acuso a nadie que coleccione en mayor o menor medida (porque todos lo hacemos), y expongo mi opinión desde el mayor de mis respetos pero, si estoy de acuerdo en decir que jugar, disfrutar de los videojuegos, es algo que está pasando a un segundo plano.