¿Cuántos de vosotros habéis sucumbido en alguna ocasión ante el “hype”? Sí, ese fenómeno que nos arrastra a hacer una compra inútil e innecesaria. Adquirir un juego, una consola, un disco… solo por lo que hemos visto, por moda, porque todo el mundo lo tiene (o ansía) o por lo que hemos oído y visto de él y que a la hora de la verdad ni nos ha gustado, ni nos ha complacido como usuario, ni siquiera nos ha divertido.
Vídeos, “gameplays”, “teasers”, “previews”… que crean tensión, impaciencia y necesidad de tener el objeto a toda costa, mintiendo a los pobres dependientes con tickets falsos, haciendo montajes con “Photoshop” o amenazándoles con una hoja de reclamaciones, si no sueltan lo que queremos a la voz de ya. Foros que se convierten en hervideros de personas ansiosas por poder tener un determinado ítem. Hilos abiertos con miles y miles de páginas en las que se masca la tragedia, el ansia, la necesidad de tener un determinado elemento y, si es posible, antes de su fecha oficial de lanzamiento. Gente pulsando la tecla actualizar (F5) de manera compulsiva que pierde los nervios, que se auto crea películas paranoicas más allá de la imaginación del mejor guionista de Hollywood y que a la hora de la verdad son incapaces de superar esa frustración.
No nos engañemos, todos hemos pasado por ahí. Ya sea por un videojuego, por una consola (ya sea portátil o de sobremesa), por un teléfono móvil, por una película, por el disco de nuestro artista o grupo favorito… Todos nosotros, sin excepción, hemos sentido alguna vez esa necesidad de tener algo de manera casi instantánea. De ahí la famosa frase de: “Shut up and take my money” (Cállate y coge mi dinero).
Últimamente se han presenciado varios casos en este extremo. Juegos que han causado furor y ansiedad en los jugones a tal extremo de hacerlos actuar como autómatas locos sin control. “Gadgets” que han generado colas en las tiendas días antes de su lanzamiento o personas que incluso han viajado al extranjero para hacerse con aparatos que salían en su país solo una semana después.
Se podría decir que estamos ante, posiblemente, el mayor fenómeno del «fanboyismo» de los últimos años. Aparatos como el “iPhone 6” han generado colas en las mayores ciudades del planeta (incluso más de cinco días antes del lanzamiento oficial). Personas que han viajado a otros países para comprarlo (doy fe de ello, ya que yo he sido uno de esos locos que lo ha hecho) y aquí mi pregunta, ¿por qué somos tan manejables? ¿Por qué nos dejamos arrastrar por el consumismo y las fechas de lanzamiento? Son meros objetos que no nos van a otorgar la felicidad máxima, pero al menos momentáneamente, sí que logran su cometido.
Recientemente, además del “iPhone 6”, hemos tenido lanzamientos muy esperados como el Fifa 15 o el propio Destiny. No hace tanto tiempo tuvimos también el fenómeno del esperadísimo Watch Dogs de Ubisoft. Ahora mi pregunta, ¿Cuántos de vosotros sucumbisteis al deseo de adquirir algunos de esos juegos y a la semana de tenerlo lo dejasteis aparcado? Una vez saciada nuestra necesidad de compra lo dejamos en la estantería cogiendo polvo. Esta situación no es algo nuevo.
El ejemplo más reciente de «casualismo» se pudo encontrar la generación pasada con la Wii. Esa máquina blanquita de Nintendo que tantos buenos juegos ha dado pero que tantas personas han dejado coger polvo en sus vitrinas solo por el hecho de adquirir la moda del momento. Me encantaría defender a la consola que más vendió la generación pasada pero es innegable que mucha gente la compró por moda y que a la hora de la verdad no cumplió sus expectativas.
El usuario a pesar de lo que pudiera parecer no termina de aprender. Las estrategias usadas con juegos como Watch Dogs son un ejemplo claro también de este fenómeno. Juegos que parece que son la panacea de la generación actual. Experiencias que van a satisfacer a los “hardcore gamers” hasta la llegada de los verdaderos pesos pesados pero que guardan finalmente tanto polvo como la consola de Nintendo años atrás. Somos esclavos de lo que vemos, de lo que oímos… pero aún peor, somos presos de lo que nos quieren hacer sentir otros. Estrategias de marketing brillantes que superan con creces a la calidad de los propios productos finales. Nuestra odiada publicidad. Es muchísimo más importante de lo que creemos y si no dejadme que os muestre dos ejemplos claros.
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Este vídeo, junto con las imágenes que se nos mostraron en el E3, daba a entender que era mucho mejor de lo que realmente es. El momento en el que lo vi con todos esos efectos, esa publicidad tan buena, me hizo pensar que probablemente Watch Dogs tenía una de las mejores historias y posibilidades jugables de la historia de los videojuegos. Un “must have” como la copa de un pino, pensaba. Qué decepción descubrir la realidad. No solo el juego no cumplió mis expectativas (ni la de muchos usuarios que sé a ciencia cierta que locos por el “hype” lo pedían con locura, pero que luego no han llegado a jugar ni diez minutos al título) sino que se quedó en tierra de nadie, siendo uno de las franquicias más vendidas de la historia pero que más ha pasado desapercibida después por los usuarios.
No penséis que estoy atacando a Ubisoft, ni a ese estilo de juegos. El juego en sí no es malo, solo que el humo que hay alrededor de él no nos ha dejado ver con claridad su verdadera cara. Os voy a mostrar otro ejemplo.
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En esta comparativa se nos muestra a dos consolas muy distintas con dos imágenes completamente distorsionadas. ¿Son las cosas que nos comentan verdaderamente así? ¿Es la Wii más divertida que la PS3? Está claro que hay juegos de Nintendo que nos pueden sacar una sonrisa y, jugándolos en buena compañía, pueden aportar mil horas de diversión. Pero no por ello la Playstation 3 no ha sido capaz de lograr lo mismo. Anda que no habremos visto a personas enganchadas horas y horas a sus “dualshock 3” jugando a títulos como Call of Duty o Fifa. Y no solo se han divertido más que si se hubiesen pegado horas zarandeando un mando como si de una raqueta de tenis se tratara (me estoy refiriendo a Wii Tennis de Wii Sports), sino que lo han hecho de la manera original, sin excentricidades y sin grandes dosis de marketing.
Que todas las compañías nos manipulan para vendernos al máximo sus productos es algo evidente e innegable. Bravo por ellas. Si son capaces de hacernos pasar por el aro del “hype” y logran que gastemos nuestro dinero y esfuerzo en ellas, su trabajo está más que justificado. Foros llenos de personas que defienden esos productos a capa y espada, como si la propia compañía les pagara por ello. Hemos defendido lo que nos gusta como si fuera nuestro, cuando en la realidad deberíamos estar exigiendo a las mismas compañías que nos sangran que nos cuiden y nos traten como merecemos.
Dentro de nada llegará el momento de seguir cuajando y fraguando este “hype”. Se acercan lanzamientos como el de GTA V para nueva generación, el remake de Pokémon Rubi Omega/Zafiro Alfa o incluso la nueva New Nintendo 3DS. Juegos y consolas que muchos de nosotros ya estamos deseando adquirir, a pesar incluso de haberlos disfrutado y terminado ya en su modo original (ambos son remakes y la New Nintendo 3DS no es tan diferente de la original).
Tampoco me quiero olvidar de otro tema relacionado con el “hype” como son las notas de los medios especializados a la hora de calificar los videojuegos. Las medias que otorgamos las publicaciones son las que son. Pero a la hora de la verdad nos encontramos a veces con títulos que no llegan al 6,5 (o lo hacen por poco) y que el usuario común no lo quiere probar solo por el mero hecho de que no tiene una nota mínima de un 8 (Uno de los casos más sangrantes fue Ryse, juegazo de Xbox One que el usuario medio no le dio una oportunidad por sus bajas puntuaciones. Lástima puesto que es una maravilla).
Pongámonos en el contexto escolar. Si en un examen sacamos un siete, ¿es una mala nota? ¿Un notable es una nota tan mediocre que por ella no podremos disfrutar del juego? A mí personalmente no me gusta inflar puntuaciones, como tampoco me gusta engañar a los lectores. Recientemente puntué con un cinco a un juego que mucha gente considera un clásico, una obra de arte. Con ello no estoy diciendo que sea malo, sino que tiene sus defectos pero que se puede disfrutar de igual modo; es un juego aceptable. ¿Por qué cerrarnos en banda solo porque un medio no haya puesto una nota más alta a la obra? ¿Acaso esa nota cambia algo?
Señoras y señores, los redactores/analistas no tenemos la última palabra y para gustos los colores. No nos dejemos llevar por notas aumentadas por favoritismos personales o incentivos. Leamos todo con objetividad, sabiendo que la opinión del redactor es solo eso: su opinión y todos podemos equivocarnos. Sin olvidar que podemos no tener los mismos gustos.
Nuestro trabajo como redactores será el de ser lo más neutrales posibles y aguantar el temporal como podamos, ¿verdad? Pero, ¿cómo hacerlo sin caer en el “hype”? Con esto no estoy criticando a la sociedad actual, ni a nuestro trabajo (no me gusta tirar piedras contra mi propio tejado) pero las cosas antes eran mucho más sencillas. Descubríamos qué videojuegos se nos venían encima gracias a la publicación mensual de nuestra revista favorita. Aprendíamos que una nueva película de nuestra saga preferida iba a salir gracias a los “trailers” en los propios cines semanas o meses antes. Escuchábamos el siguiente single de nuestra cantante favorita en la radio y sin saber apenas nada de su nuevo sonido.
En la actualidad tenemos demasiado acceso a la información. Sabemos el proceso de elaboración del producto que queremos adquirir meses antes de su lanzamiento y las compañías van soltando pequeñas «exclusivas» para alimentar nuestro deseo de consumo. Queridos compañeros, tenemos que ser fuertes y no dejarnos llevar por lo que nos quieren mostrar. Desarrollemos una mirada crítica y exhaustiva de lo que vamos a adquirir. Respetemos las fechas de lanzamiento ideadas por las propias empresas y, sobre todo, llevémonos bien entre nosotros y no alimentemos ese monstruo llamado “hype” que hace que nuestros corazones se aceleren y se nublen nuestros sentidos. Larga vida a la información, atemos en corto a la ansiedad y a la desesperación.