¿Sabéis lo que es una Morning Star? La respuesta está en la imagen: es una maza de armas. Esto no lo aprendí recurriendo a la Wikipedia ni Google Translate. Esto lo aprendí hace años jugando a innumerables videojuegos de fantasía que no llegaban traducidos.
Y a día de hoy debo darle las gracias a esos juegos, porque fueron clases de inglés no consentidas y tengo mucho que agradecerles hoy, que puedo ver películas y series sin subtítulos.
Tenía diez años cuando estaba jugando a Legend of Zelda: Link’s Awakening. El juego estaba totalmente en inglés. Con algo de ayuda de mi hermano lograba entender lo suficiente como para hacerme a la idea de qué estaba pasando en el juego. En cierto momento un personaje me envió a buscar Three Golden Leaves. Las fui a buscar, las encontré y se las di. Al hacerlo me dijo un efusivo «Trés bien!«, y yo pensé «¿Por qué me habla en castellano de repente? Quizá sea un personaje es español, como el Vega del Street Fighter II».
Y es que los videojuegos me han enseñado inglés, pero no francés.
El primer juego con el que tuve que pelearme en inglés fue el primer Metal Gear, allá en 1989. Con él descubrí a la tierna edad de cuatro años mis primeras palabras en inglés: Ration. Soldier. Uzi. Por desgracia este vocabulario no fue suficiente para que mi hermano ni yo nos lográramos pasar nunca el juego.
Vampire Killer (lo pronunciaba, obviamente, tal como suena), el primer castlevania, me enseñó a la misma edad otro tipo de léxico: Axe. Cross. Death.Whip.
Con la llegada de juegos más sofisticados como Command & Conquer, Lands of Lore o el mismo Zelda, había que pillar las cosas al vuelo para sobrevivir. El diccionario de inglés solía andar muy cerca del escritorio, para emergencias. Para emergencias mayores estaba mi hermano. Entonces no había internet, y cuando empezó a haberlo no estaban de moda los diccionarios online ni la Wikipedia, ni las guías. Era la ley del más fuerte o la del más tozudo.
Los juegos de rol eran los más útiles, especialmente los que tenían inventario. Todo inventario que se precie revela el nombre de los objetos con un click o un mouseover. Esas manzanas que restauraban mis hit points se llamaban apples en inglés; las swords hacían más damage a los wolves y las morning stars hacían más daño a los skeletons. Era lógico. Si mi mago usaba muchos hechizos se agotaba porque ya no le quedaba stamina.
En el colegio no me enseñaban los nombres de armas, ni de razas de criaturas fantásticas. Y éstas palabras son el tipo de cosas que uno aprecia haber aprendido cuando se sienta a ver El Señor de los Anillos o Juego de Tronos.
No hace mucho estaba en el cine con unos amigos viendo una película de fantasía. No recuerdo cuál, era mala. Pero alguien en la película mencionó una morning star. Y uno de mis amigos dijo «¿Una qué?».
«Una maza con pinchos», dije, orgulloso. «Se nota que no juegas a muchos videojuegos».
Y a vosotros, ¿os han enseñado idiomas los videojuegos?