Cuando le dije a mi madre que iba a ver una película de Akira Kurosawa, me dijo: “Buf, ¿sabes que son duras sus películas, no?”. Yo ya había visto Kagemusha y algún que otro trozo de otras películas y sinceramente, me encanta. No se me hizo pesada. Con Ikiru tampoco he tenido problemas y es que el maestro japonés trata temas que nos pasan por la cabeza cada día. Como dijo Oscar Wilde: “A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante”. Esto es lo que le pasa al señor Watanabe.
¿Qué pasaría si un día te dicen que tienes cáncer de estómago y que vas a morir en unos meses? Esto es lo que le sucede a Kanji. De repente, toda su vida pasa por delante y ¿qué ve? Nada. Está vacía. Desde ese día intentará darle un sentido a su vida mediante juergas o incluso una relación con una empleada, pero sus intentos se verán fallidos.
En Ikiru veo una crítica. Una crítica a la sociedad, al individuo, a las instituciones… Principalmente al individuo. Kurosawa pide mediante este largometraje que aproveches tu vida. Que no seas un Kanji Watanabe. Para ello, nos muestra toda su vida, desde que le comunican su enfermedad hasta su muerte y cómo están todos en el funeral recordándole. Es una reflexión sobre la vida y la muerte y todo desde un punto de vista emotivo. Una crítica a la sociedad porque nos presenta, a través de las relaciones que tiene Watanabe, un Japón enfermo. Juergas sin fin con el bohemio, una relación con una joven empleada, un funeral en el que recuerdan sus pros y sus contras… La soledad es otro tema a destacar. Muchas veces se confunde el término soledad con el de querer estar solo. La diferencia es la libertad. En el caso del protagonista es la soledad, una condena propia. Hasta con su hijo rompe la relación. Cuando se da cuenta, inicia la relación con la joven pero ya es tarde.
Kurosawa siempre ha sido considerado un genio. Ya sea por las historias que cuenta o cómo las cuenta. El cine japonés se suele caracterizar por unos planos largos pero Kurosawa los dota de emoción (eso no quita que otros no lo hagan, ej.: Ozu con Cuentos de Tokio también lo hace). Pero lo más característico de esta obra es la introducción de flahsbacks. Después de que el narrador nos comunique que el señor Watanabe ha muerto, nos encontramos con el funeral y mientras que los invitados hablan, vemos extractos de su vida. Los primeros planos cargados de expresividad también están presentes y eso nos lleva a pensar si Cuentos de Tokio se fijó en Ikiru pues se estrenó un año después. Acerca de la interpretación, Takashi Shimura (Sr. Watanabe) ya había trabajado con el director nipón. Esa confianza sumada a su gran capacidad de expresar emociones convierte su papel en una actuación memorable. Siempre he echado en falta un “algo” en lo que he visto de Kurosawa. Ese “algo” es la música pero también hay que decir que la falta de este elemento pueda estar intencionada para expresar más.
En síntesis, Ikiru se merece ese puesto entre las “grandes obras maestras del cine”. Ya sea por la trama, por el protagonista, por el modo en el que está contada… Kurosawa sabía lo que hacía. Me gustaría acabar esta crítica con otra frase, en este caso del austriaco Schnitzler, que dice así y que me parece que es un resumen tanto de la película como de la vida: “Estar preparado es importante, saber esperar lo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida”.
Curiosidades:
-El director mandó a Takashi Shimura, el actor protagonista, que cantara la «Canción de la góndola» como «si fuera un extraño en este mundo y nadie le conociera».
-La traducción al castellano hizo que la película se llamara «Vivir».
-La «Canción de la góndola» trata sobre las mujeres que deben encontrar su amor antes de que su vida se acabe.