Con unos días para poder digerir todo lo que nos ha ofrecido la beta cerrada de Diablo IV, ya estamos en disposición de ofreceros nuestro particular punto de vista. Si bien es imposible saber lo que nos depara el futuro del juego, con un género donde el endgame es tan importante, esta beta nos permite experimentar las bases de un título que nos ha dejado muchas más luces que sombras.
Este fin de semana podremos volver a disfrutar del juego, en esta ocasión de manera abierta para todo el público, y pudiendo probar dos clases más: el druida y el nigromante.
Una vuelta a sus tétricas raíces
Algo que queda bastante claro desde el principio es que Diablo IV ha vuelto a sus raíces. Algo que habíamos podido experimentar en Diablo I y en su segunda parte, vuelve en la cuarta entrega tras haberse perdido en la tercera. Esa sensación de angustia, de un mundo gótico en el que el caos, la tristeza y la podredumbre se respira en casi cualquier esquina, es una constante en Diablo IV.
Desde sus cinemáticas hasta el mundo que conforma el juego, Santuario, nos ofrece una visión realmente gótica. No solamente el mundo y las acciones que vemos en pantalla, la BSO nos transporta una tristeza que hacía tiempo que no se recreaba tanto en el juego y que tan bien le sentaba. Diablo IV es pura melancolía. Esta sensación ayuda a introducirse en un universo de héroes, pero donde el mal está donde quiera que miremos.
Este mal se puede palpar en casi cada escena que pudimos ver en las cinemáticas del juego. Lilith está corrompiendo no solo el mundo, sino también a sus habitantes los cuales realizan actos atroces. Detener esta corrupción, este mal puro, es algo realmente satisfactorio de hacer, haciendo que la historia tenga especial relevancia en el juego.
Diablo III fue un puente para aprender
Siendo sinceros, a título personal yo me divertí mucho con Diablo III. No desde el inicio, ya que tenía muchas cosas que pulir como una curva de dificultad insana en sus niveles más altos y un sistema que hacía aguas por todos lados ya que ofrecía a los jugadores personajes que parecían un chicle mascado en comparación con Diablo II. Sí, es cierto, le dediqué muchas horas y me divertía hacer fallas, matar hordas de goblins del tesoro y poder ver 20 legendarios tirados en el suelo a la vez, pero la esencia de la franquicia se había perdido por el camino.
Sin embargo, esto no quiere decir que Blizzard no pueda aprender de sus errores y haya conseguido crear una buena base para su nuevo título. Diablo IV guarda muchas cosas en común con Diablo III, pero también coge elementos de Diablo II que echábamos de menos. Empezando por los árboles de habilidades o el sistema de runas (algo que se supone llegará con alguna expansión o posterior actualización), el equipo de desarrollo ha cogido cosas de su anterior entrega que funcionaban bastante bien como un mundo plagado de eventos, el crafteo, todo el lore desperdigado…
Diablo IV va a ser un título donde la exploración será realmente interesante y no solo veremos cosas de títulos anteriores. El juego se ha adaptado a los nuevos tiempos y ahora sí que utiliza todo su potencial en eventos online donde podremos cooperar con otros jugadores para derrotar jefes de mundo. Esto puede gustarnos más o menos, pero no se puede negar que al menos le da un sentido al «Always online» que tanto nos agobió durante Diablo III y que no tenía demasiado sentido, no aportaba nada.
Los personajes dan muchísimas opciones, veremos si todas funcionan
Por ahora es muy difícil poder asegurar si los personajes de Diablo IV están realmente bien con sus árboles de habilidades. Blizzard es muy dada a crear una build que funciona muy bien y ofrecernos otras habilidades que no tienen demasiada utilidad, por lo que todos los personajes acaban siendo más o menos iguales. Con Diablo III se llenó la boca con las enormes posibilidades que nos ofreció su sistema de runas modificando mucho cada una, pero al final, solo funcionaban bien 4-6 por lo que la variedad era solo una ilusión. Sin embargo, a tenor de lo visto, lo que es innegable es que cada personaje es un mundo, no solo por lo bien diferenciados que están, sino porque ofrece muchas posibilidades distintas de juego.
Por poner un ejemplo tenemos a la pícara, un personaje que puede actuar de DPS de lejos utilizando arcos y ballestas, o ser letal en el combate cuerpo a cuerpo. Lo mismo podrá decirse del druida, del nigromante… aunque como siempre hay personajes cerrados como la hechicera. Aquí da igual si te gusta el fuego, el frío o el rayo, es devastadora. El bárbaro tiene sus toques curiosos, como poder llevar un arsenal de 4 armas encima en todo momento, pero está por ver cómo funciona a niveles altos, la mayor duda que tenemos hasta ahora.
Uno de los aspectos que menos me gustaron de Diablo III era la enorme dependencia que tenían los personajes del equipo. Cuando un set verde te daba 12.600% de daño a una habilidad hacía que el resto de factores fueran irrelevantes. Me da la sensación de que Diablo IV va a ir un poco por estos caminos de nuevo, y es una pena, pero esto no quiere decir que no se pueda disfrutar igualmente. Estamos hablando de un juego donde comenzamos haciendo 10 de daño y, con el nivel 100 y el equipo adecuado, seguramente haremos billones, lo que siempre tiene su parte de gracia.
Conclusiones de Diablo IV
Es innegable que el nuevo título de Blizzard ha aprendido, al menos en parte, de sus errores y nos ofrece un nuevo título mucho más tétrico, serio y gótico. Diablo IV vuelve en muchos aspectos a sus raíces, con personajes con un árbol de habilidades, una atmósfera tétrica, triste y corrompida, un mundo realmente bien detallado y en el que merece la pena sumergirse y perderse… Tomando cosas de Diablo II y Diablo III puede que estemos ante un título digno de disfrutarse durante cientos de horas, solo esperamos que el endgame sea realmente digno de una franquicia como esta.
Pero esto no es más que el principio. Sinceramente, le tenemos miedo a la fase de beta abierta. Si ya en la cerrada tuvimos problemas graves de conexión el primer día, cuando pueda entrar cualquiera sin tener que pagar un céntimo los problemas van a multiplicarse por 100.