La última película de Daniel Monzón se encuadra en un crucero de lujo en el que la estafa y la comedia de enredo son sus platos fuertes. Con argumento del propio Monzón y de su fiel coguionista Jorge Guerricaechevarría, «Yucatán» transcurre a bordo de un crucero que hace la ruta entre Barcelona y la península mexicana que le da título, con escala en Canarias, Marruecos y Brasil. Luis Tosar (que repite con Monzón tras intervenir en «El corazón del guerrero», «Celda 211 « y » El niño») aquí canta, baila y provocará carcajadas en una comedia de aroma clásico pero aliñada de disparates, ironía y momentos de aventura, drama y suspense. También cabe destacar en el equipo del film a Roque Baños («1898. Los últimos de Filipinas»), que se encargó de componer la banda sonora.
Ya centrándonos en la historia nos encontramos en un crucero de lujo a dos estafadores profesionales y un desastre amoroso en ciernes. Lucas (Luis Tosar) y Clayderman (Rodrigo de la Serna) se dedican a engañar a los turistas de los ostentosos cruceros internacionales. Durante muchos años, trabajaron juntos codo con codo estafando a la gente en sus vacaciones paradisíacas para quedarse con su dinero. Sin embargo, la rivalidad por el amor de Verónica (Stephanie Cayo) hará que decidan separarse. Lucas se adjudicó los navíos del Mediterráneo y Clayderman los del atlántico. Pero, un día, un motín realmente tentador hará que Lucas se cuele en el crucero de su ex-socio con la intención de llevar a cabo la gran estafa que le permita agenciarse el dinero que logro a través de un premio de lotería un a priori inocente anciano (encarnado por Joan Pera) que esta disfrutando junto a su numerosa familia de unas vacaciones en el exótico navío.
Resulta extraño ver a Daniel Monzon al frente de una comedia de tinte coral tras sus últimos dos grandes éxitos para la gran pantalla con thrillers más ásperos y electrizantes como fueron Celda 211 y El Niño. Es obvio que Daniel Monzón quería cambiar de registro, aunque lo cierto es que Yucatán no es su primera comedia. En la reivindicable «El robo más grande jamás contado», que venía a ser una especie de «Ocean´s Eleven» pero bajo el manto de la caspa y la ausencia de glamour propios de la comedia paródica española. Y tanto es esta como en la más reciente película centrada en un crucero de placer, ya encontrábamos el rasgo más característico de su cine, un infinito afecto, que no condescendencia, por sus personajes, o lo que es lo mismo, una notable empatía por las luces y las sombras de la condición humana.
Por muy traidores y canallas que sean, o al revés, por muy bondadosas y generosas que se muestren ante el público, sus criaturas siempre están dispuestas a ser lo contrario de lo que se espera de ellas.
Yucatán aparenta ser una comedia vacacional, de crucero marítimo, que se desliza sin motor por un cambiante océano de géneros (del filme de timadores a la sátira gamberra, del musical cabaretero al romance múltiple con picante cubano), para ocultar su condición de fábula de lo más seria sobre la codicia en tiempos de crisis.
Es lógico que ese juego de desdoblamientos constantes en el que nunca sabes a qué están jugando los personajes y si las apariencias iniciales llevan detrás otra intención no visible a priori quede de manifiesto en todo el extenso reparto de personajes en el curso del relato. Así haciendo un símil con anteriores éxitos de la filmografía del director, si el Malamadre que encarnaba Luis Tosar en Celda 211 acababa desplazando a un segundo plano a Alberto Ammann, aquí es un viudo amable, que se ha hecho millonario con la lotería, el que termina ganando por puntos a todo el elenco de actores que transitan a lo largo de la película al ritmo que marca su corazón. Hablar de Joan Pera como el gran descubrimiento actoral de Yucatán, sera más para aquellos que no conozcan la larga trayectoria teatral, televisiva y en el campo del doblaje (la icónica voz de Woody Allen se esconde detrás de este gran actor) del actor catalán, pero los que le conozcan más detenidamente también destacarán su buena interpretación.
Conclusiones de Yucatán
Aunque la película no aporta grandes novedades al género y muchas de sus escenas nos llevaran a recordar momentos quizá más conseguidos de otras películas mas icónicas del género el engaño y la estafa, sí que cumple su objetivo primordial, que es el de hacer pasar al espectador casi dos horas de sano entretenimiento en el que la moraleja de la película cumple su objetivo y no es otro que el de dar una segunda oportunidad para mostrar su bondad a cualquier persona, por muy retorcidas que sean sus intenciones iniciales.